Adán: El Primer Mensajero de Dios


El ser humano fue evolucionando a través del espacio y el tiempo hasta poderse convertir en una criatura que pudiera ser el instrumento adecuado a través y por el cual Dios – el Uno, la Energía de Vida del Universo – pudiera explorarse y evolucionarse a sí mismo. 

Adam HaRishon, el “primer ser”, fue el primer ser consciente de este proceso de creación. Para usar la analogía de la computadora, su disco duro fue programado con este conocimiento, dado a que era la primera criatura que podía percibir algo más allá de su existencia. Fue el primer ser que percibió a Dios. 

Adán estaba en la encrucijada de la creación. Su cuerpo se formó de la tierra: “min ha'adamah”; de ahí el nombre de Adán. Sin embargo, su alma se originó desde el aspecto más íntimo de la Divinidad cuando Dios sopló en sus fosas nasales. Esta chispa divina está encarnada dentro de un caparazón terrenal. Por lo tanto, el ser humano puede oscilar entre el hedonismo craso y el éxtasis espiritual. Antes de su pecado, el alma de Adán irradiaba a través de su cuerpo y todas sus funciones corporales. Todos sus miembros cumplieron su propósito Divino.

“Dios le dio al hombre un mandamiento, diciendo: 'Definitivamente, puedes comer de cada árbol del Jardín. Pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, no comas, porque el día que comas de él, definitivamente morirás” (Génesis 2:16).

Antes de comer la fruta prohibida, el mal era externo, encerrado dentro del Árbol del Conocimiento –el cual representa la contaminación del aspecto velador de la creación, donde los seres pasan de una consciencia monista a una dualista- y la serpiente –la cual representa la individualidad o el ego. Al comer el fruto prohibido, el ser humano interiorizó la lucha para determinar entre el bien y el mal, la dualidad. El pecado de Adán causó efectivamente una salida de la Shekinah del mundo, y comenzó la guerra milenaria para refinar la condición humana y resensibilizar el mundo a su Creador. Fue expulsado del Jardín del Edén y se decretó que sus descendientes tendrían que buscar a Dios a través de las tribulaciones de ganarse la vida.

No obstante, la tradición mística programada en Adán fue transmitida a sus hijos. Fue en los días de Enoch, el hijo de Set y el nieto de Adán, que la idolatría comenzó a aflorar y extenderse en el mundo. Aunque los filósofos de su época estuvieron de acuerdo en que Dios era el Ser del Universo, se equivocaron cuando supusieron que debía haber delegado los diversos departamentos cósmicos en subordinados; como las constelaciones, el sol, la luna y las estrellas. Eventualmente, adoraron a estos subordinados hasta tal punto que la población generalmente ignorante se involucró tanto con la observación de estrellas y el culto a las constelaciones que olvidaron a Dios. El resultado de sus acciones fue que la Shekinah, que ya se había apartado de nuestro mundo en un grado debido al pecado de Adán, fue repetidamente más desplazada debido a las fallas de la Humanidad.

Debe notarse que el concepto de “remoción de la Shekinah” no sugiere que Dios en realidad se eliminó del mundo, ya que el mundo es totalmente dependiente de la energía creativa Divina para su existencia. Por el contrario, la eliminación de la Shekinah se refiere a la insensibilidad de la población mundial a la Divinidad. El patrón es claro: el pecado crea insensibilidad. Sin embargo, los justos perciben el mundo en su verdadera realidad. En el léxico cabalístico, esto se conoce generalmente como Tikkun Olam, o la “rectificación del mundo”. El propósito es devolver al mundo a su estado perfecto antes del pecado primordial.

Solo un puñado de personas justas conocía la verdad en las diez generaciones entre Adán y Noé. Finalmente, el mundo estaba tan lleno de violencia que la ignorancia arropó el mundo sumiéndolo en la dualidad absoluta.. Un hombre justo, Noé, junto con sus tres hijos Sem, Cham y Yafet lograron mantener el monoteísmo original a través del Arca – que representa la devoción. Noé transmitió la tradición mística a su hijo Sem, quien posteriormente lo transmitió a sus descendientes.

Dado a los ciclos del planeta y el constante cambio entre las civilizaciones, actualmente la ciencia no tiene mucha información acerca de la Primera Era o el Ciclo Adámico, pero el monoteísmo que existió entre estas primeras generaciones era uno muy sencillo: la humanidad adoraba al Ser que yace detrás de los seres; al Uno que se encuentra vestido de los muchos en toda la creación. Su culto se basaba en una relación entre Ser y seres y una devoción basada en la oración, la introspección, la meditación y la purificación. 

Con el pasar del tiempo, las enseñanzas monoteístas de Adán fueron sumidas en la oscuridad de la ignorancia. Las generaciones siguieron multiplicándose sobre la faz de la tierra y nuevos entendimientos religiosos suplantaron el monoteísmo original. Pero en cada cultura, Dios envió un Mensajero para encaminar a la humanidad al próximo nivel y devolverlo a la unidad.

Más información: "Las Eras de la Humanidad"

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